Cuando nuestros hijos tienen alguna dificultad en la escuela, buscamos por cielo, mar y tierra la manera de solucionarla. Siempre debemos tomar en cuenta que la capacidad de aprender depende de una serie de factores, y que todos son igual de importantes, por lo que no podemos desatender ninguno.
Uno de los factores que actualmente, más descuidamos los padres de familia, es el sueño de nuestros hijos/as. Podemos creer que el sueño es una necesidad básica, y que, si nuestros hijos están cansados, ellos mismos se irán a dormir; y puede ser acertado, pero esto traerá como consecuencia, un sueño de poca calidad.
Para que nuestros hijos tengan un sueño reparador, es necesario que logren crear un hábito positivo, y para eso nosotros debemos enseñarles desde que son bebés, y continuar con una rutina saludable conforme van creciendo.
Contrario a lo que la creencia popular dice, el sueño no puede recuperarse. Una vez que hemos perdido esas valiosas horas de sueño, no se pueden recuperar, aunque durmamos todo el fin de semana. Esto es preocupante, si tomamos en cuenta que solo se requiere que nuestros hijos pierdan media hora de sueño, para que se vea afectado su desempeño al día siguiente.
Puede que nos preguntemos, ¿Cómo es que el sueño puede afectar el aprendizaje de mi hijo/a? Aquí te damos algunos datos:
- Los niños que no duermen lo suficiente tienen tiempos más cortos de atención, lo que les dificulta sentarse durante toda una clase o actividad, y los lleva a distraerse con cualquier cosa.
- Al dormir menos horas, el sistema inmunológico funciona de una manera irregular, dejando a nuestros hijos más propensos a las enfermedades, lo que en cuestión académica se traduce en absentismo y pérdida de clases.
- La función de la memoria se ve mermada, ya que es durante el sueño profundo que lo que tenemos en la memoria de corto plazo, se pasa a la memoria de largo plazo, y si no descansamos lo suficiente, este proceso no se lleva al cabo de manera óptima, llevándonos a olvidar las cosas que vimos durante el día.
- Provoca irritabilidad y mal humor en los niños, lo que lleva a problemas de conducta dentro del salón de clases, y con sus compañeros.
- Conlleva a una pobre estabilidad emocional ya que dificulta el control de impulsos, aumentando los berrinches y la agresividad.
Esto no significa que tengamos que ponernos tan estrictos que ni siquiera en ocasiones especiales, como por ejemplo en navidad, o en algún cumpleaños, no podamos permitir que nuestros hijos duerman más tarde. Simplemente es un recordatorio para no aflojar nuestra rutina diaria, y reconocer la importancia que nuestros hijos duerman las horas necesarias.
En general, cuando nuestros hijos son más pequeños, solemos interesarnos más en su rutina y horas de sueño, pero conforme van creciendo, solemos soltar un poco. Es importante que aún nuestros hijos adolescentes tengan las horas suficientes de sueño, ya que las siguen necesitando para su desarrollo físico y mental, así como para el correcto funcionamiento de su cuerpo
Para que tengamos una idea de cuánto deben dormir nuestros hijos, revisemos la siguiente tabla:
- 1 a 3 años – 12 a 14 horas de sueño (Incluyendo siestas)
- 3 a 5 años – 11 a 13 horas
- 5 a 10 años – 10 a 11 horas
- 10 a 17 años – 9 a 10 horas
- Adultos – 7 a 9 horas
Con base en esta tabla, podemos establecer el horario para ir a dormir de nuestros hijos, tomando en cuenta su edad, y la hora en la que deben levantarse para ir a la escuela. Si, por ejemplo, tenemos un hijo en la secundaria que debe levantarse a las 6 de la mañana, su horario de dormir no deberá de pasar de las 9 de la noche.
¿Y qué pasa con la calidad del sueño?
Hasta ahora hemos hablado acerca de la cantidad de sueño que nuestros hijos necesitan, pero ¿qué pasa con la calidad? Está de más decir, que el tener un sueño de calidad es igual de importante que tener la cantidad suficiente de descanso. Para poder lograrlo, te damos algunas recomendaciones:
- Realizar actividad física diaria.
- Tener horarios establecidos para ir a la cama y para despertarse.
- Buscar las condiciones ambientales ideales; esto es una temperatura ideal, poco ruido, poca luz, etc.
- Tener una rutina para dormir que permita irse relajando poco a poco, como por ejemplo una cena ligera, después un baño y por último lectura.
- Tener una alimentación adecuada en la cena, evitando alimentos estimulantes como la cafeína o el chocolate, y aquellos con muchas gracias y especies.
- Evitar tener estimulantes en el cuarto como la televisión.